ITAM Río Hondo

Historias "ITAM 70 años"

Historia de Aline Clavellina González en el ITAM

Aline Clavellina

Quedamos estupefactos. Sin saber qué decir o hacer. Siempre habíamos escuchado las ya famosas anécdotas de fantasmas en el Partenón, del monje que había fallecido aquí.

Aline Clavellina
Exalumna de Ingeniería en Computación

Recuerdo que estábamos a fines de semestre llevando la materia de Robótica con Armando Maldonado. Habíamos estado trabajando en un proyecto durante dos semanas, y fuimos divididos en grupos de 5 personas. Se nos asignó la tarea de programar en UNIX el movimiento de un brazo mecánico. El examen final para poder acreditar la materia, era aprobar este proyecto.

Recuerdo que, literalmente, nos atrincheramos en un cubículo para estudiantes ubicado casi al final de un pasillo. Pasábamos día y noche trabajando en el código, turnándonos tareas. Estábamos exhaustos y con una gran ansiedad dado que no encontrábamos un error de programación desde hacía ya varios días. La última noche todos se habían marchado ya. Nuestro equipo estaba, a eso de las 00:30 de la madrugada, revisando la pantalla “a seis ojos”, mientras otra compañera imprimía largas hojas de código y las analizaba módulo por módulo. Una quinta compañera fue asignada a conseguir litros de café negro (a esa hora) en algún rincón olvidado de la universidad, o incluso con algún vecino (lo crean o no). Ella se habría marchado no más de 10 minutos atrás, adentrándose en la oscuridad de los pasillos apagados del inmueble. No se escuchaba ningún alma.

De pronto, escuchamos unas pisadas con ritmo histérico, que corrían en forma desesperada hacia nosotros. Era nuestra compañera, quien había olvidado café, sueño y compostura. Estaba pálida. Le preguntamos “¿qué te pasó?“, a lo que respondió “¡Aquí espantan! ¡En el pasillo de arriba oí ruidos de algo arrastrándose… y pude ver a lo lejos una sombra con cola gris y larga caminando hacia mí! Estaba muy oscuro”.

Quedamos estupefactos. Sin saber qué decir o hacer. Siempre habíamos escuchado las ya famosas anécdotas de fantasmas en el Partenón, del monje que había fallecido aquí, y nos reíamos entre nosotros. Pero ahora parecía que no era un cuento… al menos nadie reía. De repente, en medio del silencio, escuchamos un ruido extraño, eran pasos combinados con algo arrastrándose en el suelo. Algo venía bajando la escalera del fondo del pasillo en forma pausada y silenciosa, acercándose a nuestro cubículo.

No sé si fue el cansancio o la histeria colectiva, el caso es que uno de nosotros se escondió detrás de la impresora, de rodillas, una colega se echó encima la cobija que usábamos para dormir por turnos y el resto nos quedamos con ojos de plato, parados, paralizados, sin saber qué hacer. Yo creo que si en ese momento la computadora hubiera hecho un sonido o “beep”, hubiéramos cerrado el semestre con cinco infartos fulminantes al miocardio.

El ruido se acercaba más y más por el pasillo oscuro, los ojos se nos salían, la respiración se nos trababa. Cuando pensábamos que saldríamos gritando todos, apareció una silueta familiar con un suéter oscuro y arrastrando un larguísimo listado de código impreso en papel continuo color gris que al parecer revisaba absorto, el papel le cubría el rostro mientras caminaba. Vio nuestras facciones, y exclamó: “¿Qué les ocurre? ¡No me digan que tampoco le han hallado! Este es el último listado que ayudo a revisar hoy”. Era nuestro querido profesor Armando Maldonado.

Contacto

56 28 4000
Ciudad de México, México