En 1986, proveniente de una preparatoria pública del estado de Morelos con uno de los mejores promedios de mi generación, presenté mi examen de ingreso en el ITAM. Aprobé obteniendo una beca del 95%, todo era perfecto, hasta que iniciaron las clases. Todos parecían personas de otro planeta, profesores sumamente exigentes, compañeros con un nivel académico tan alto que no era común. Me sentía perdida en un espacio en el que mis habilidades estaban muy por debajo de las exigencias.

Lo peor fue matemáticas, no tenía los conocimientos previos y no entendía nada. Como mujer valiente, pero sufrida, me acerque a mi profesor para pedirle ayuda y ese hombre serio y exigente, me respondió: “¿No puedes con la materia?, este no es lugar para ti, esta escuela es para los que pueden, mi consejo es que te des de baja”. Me quedé muy sorprendida, la tristeza dio paso al enojo y perseguí al profesor por varios días hasta que quiso escucharme nuevamente. Le dije que en ese momento me era difícil pero que podía aprender, que solo me diera una guía y yo sola conseguiría ponerme al corriente. Un poco impaciente escribió en mi cuaderno el nombre y los autores de un libro de matemáticas, “quiero todos los ejercicios de este libro resueltos para la siguiente semana”.

Algebra y trigonometría con geometría analítica de Swokowski y Cole, más de 800 páginas, cientos de ejercicios. Viví toda la semana en la biblioteca y el día señalado le entregue todos los ejercicios resueltos. El profesor los reviso sin mostrar ninguna emoción y solo me dijo: “eso era todo”. Aprendí con un gran esfuerzo, sin pretextos, con mis propios recursos, entendiendo que eso era el ITAM y teniendo la seguridad de que esa escuela sí era para mí.

Mtra. Mónica Elizabeth García Velázquez