En 1978 estudiaba la carrera de Economía en la Ibero. Requería un libro que vendía fotocopiado el ITAM –no había restricciones a este tipo de copias-. Llegué a Río Hondo y entré por el estacionamiento que hoy en día es de maestros; encontré unas escaleras y un cuarto. Esa era la librería.

La construcción era rara. Había vestigios de instalaciones como un pozo, remanentes de una cocina, bodegas y un área marcadamente religiosa –el actual auditorio-.

Años después estudié la Maestría en Economía; me becó la Ibero. El Dr. Pedro Aspe me dio una cordial bienvenida y me llevó al área de la Maestría, un primer piso que se comunicaba con el resto de la estructura a través de pasillos y escaleras. Tal y como sigue siendo el día de hoy. Lo raro, es que pasillos y escaleras topaban con muros y los baños forrados de losetas verdes tenían regaderas.

El salón de clases estaba al final del pasillo. En el camino, sinnúmero de puertas que eran celdas habilitadas para estudiar. Imposible prender un calefactor, la instalación no lo resistía. La cafetería –única opción de comida- era un espacio feo e irregular.

El ITAM llegó al antiguo seminario de los Jesuitas y habilitó algunas áreas para empezar a trabajar. Con el tiempo y las renovaciones se hicieron interesantes descubrimientos, particularmente con la construcción de la actual biblioteca.

De estos 70 años, 38 ha estado en Río Hondo y he sido testigo de la transformación de su edificio y de su fortalecimiento como institución educativa.

Sin embargo, persiste un toque del Seminario que no ha podido borrar. En algún lugar encontrarán una loseta verde, cierto aire religioso, sin olvidar pasillos y escaleras.